domingo, 11 de diciembre de 2011

Un  giro a la imaginación: aparecia primeramente como un arrebato, un mover el cuerpo para dejarlo del lado de los huesos. "Yo escucho cada uno de los llantos animales, naciendo del granito, de la piedra caliza, de la roca acostumbrada al rio que termina por abrir su centro al tiempo" decía. Yo a ella la miraba con los ojos abiertos hasta ser espejos. Quizás quería verse reflejada, pero algo lo impedía. Algo como la mesura,  o la reconcenctración rigurosa aparecida el día del nacimiento del sol, extendida a lo largo de siglos, y vuelta de espaldas como una tortuga en los momentos de ser apresada por un reloj.

lunes, 26 de septiembre de 2011

<<El tiro es, ante todo, una disciplina. Hay que contenerse, comprimirse, encerrarse, concentrarse en el blanco hasta desaparecer uno mismo en el visor para liberarse luego, abrirse y dejarse resbalar como una gota de agua. Hay que fabricar una relación entre uno mismo y las cosas, un vínculo directo que se denomina trayectoria; hay que imaginarla, seguirla como un camino.>>

viernes, 23 de septiembre de 2011

La perfección del tiro

En “La perfección del tiro” Mathias Enard elabora, sin memoria, sin lugar para arrojar los recuerdos de lo cotidiano, la historia de un francotirador. ¿Pero qué son estos personajes anónimos, sino vivencias desarraigadas? No hay historia detrás de su cuerpo; más allá de esa imagen imperfecta que los aborda desde la marea remontando de espuma los primeros rayos solares de la mañana, aparece un fantasma desteñido, esbozando temblorosamente los contornos de una vida pasada, desfigurada tras la temporalidad anterior abatida por el fuego de metralla, de RPG, de mortero. ¿Cómo llenar el lienzo vacío con algo tan vivo como la sangre que lo desborda todo, como las llamaradas encendidas retorciendo las entrañas, la carne trémula de los cadáveres?
Apenas un esbozo, un trazo suave de tinta cargada de recuerdos, pero toda esa sobrevivencia es una herida, un golpe vivo desgarrando internamente hasta la imposibilidad. La técnica del tiro, llevada al rango de un arte, es también un modo de cargar el blanco con la retórica de la muerte y el erotismo. Atravesar los cuerpos con la irrupción cálida de la bala, cruzar capas de piel, hueso, tegumentos, hacer a las partes regurgitar sangre hasta la saciedad. El índice erótico se eleva, y entonces el silencio. Después del estallido que decae junto a un zumbido en los oídos, llega la paz del vientre destrenzándose, anticipando un nuevo placer a través de la mira telescópica del arma.

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¿Cómo pensar en la memoria sino a través de recuerdos, de vagos relatos por donde la cola del día encuentra su contrapunto? La invención es primicia del recuerdo. Lo históricamente acaecido nunca muestra el mismo rostro, y a cada rotación cientos de nuevos puntos desnudos toman el relevo de las meditaciones.